Fue mi compañera en un viaje criminal en autobús de 9 horas y media. Ella se sentó a mi lado a mitad de camino. Viajaba sola, o no, porque su padre la llevó a la estación y la despidió con un abrazo de padre, correspondido por obligación. Subió al autobús y echó una breve mirada altiva a su progenitor, mientras éste alargaba el cuello para tirarle el último beso. No se lo devolvió. "Una chica independiente" pensé
Pero estaba equivocada. Su mirada, rebelde como sólo puede serlo la de una adolescente, miraba nerviosamente su móvil, comprobando si seguía encendido cada pocos minutos. Durante mucho rato intenté averiguar qué era lo que esperaba (la llamada del novio era mi primera opción) Al final, se desveló el misterio: su padre. Cuando sonó el teléfono, su cara se inundó de alivio, contrastando paradójicamente con el tono y el inmenso hastío del que llenó la conversación. No se despidió
Me gustaría creer que sonrió cuando colgó el teléfono, pero todavía le faltan algunos años para eso. Sólo suspiró, y guardó (por fin!) el móvil en su mochila de colegiala. Le perdí la pista en la estación, pero pude verla a lo lejos abrazada a la que bien podía ser su abuela

1 comentario:
supongo que es la típica adolescente que va de dura por la vida, pero que en el fondo no lo es tanto.... supongo que en algún momento, con mayor o menos intensidad, la mayoría hemos sido así... rebeldes, y no rebeldes way de esos de mierda, sino rebeldes de rebeldes.
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